REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO
DISCURSO DEL ACADEMICO ELECTO EXCMO. SR. D. JACOBO HACHUEL MORENO
Leído en el acto de su Recepción Pública
El día 27 de junio de 1990
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¿Una revolución irracionalista?
No descubro nada cuando digo que el arte moderno tiende al irracionalismo. La música contemporánea es inarmónica; las plásticas no son figurativas; la poesÃa busca la abstracción. Quien les habla, sin embargo, mantiene la convicción de que la revolución de nuestro siglo en el arte, en las bellas artes, no es menos vigorosa y potente que la de nuestro entorno financiero, económico y social, ni que la cientÃfica, matemática y cósmica. El arte del siglo XX se caracteriza por su capacidad de magia, de acceso a lo inconsciente, a lo intuitivo, a la premonición, por su aptitud para predecir el futuro… Y, a mi entender, lo irracional del pensamiento artÃstico moderno se asocia con lo que de irracional tienen también las modernas teorÃas sociales y económicas.
En las manifestaciones artÃsticas actuales juega, definitivamente, un intenso papel la esfera freudiana del subconsciente. Porque el irracionalismo no es gratuito: existe una estructura mental común, un juego de relaciones que vincula a las diferentes expresiones del ingenio artÃstico contemporáneo. Hay vÃnculos manifiestos entre Kandinsky y Schoenberg, entre Webern y Malevitch. ¿Y acaso no es pictórico aquel cuadrado mágico tan estudiado por Webern, del que extrae aquellas piezas musicales aparentemente regidas por implacables leyes matemáticas que vertebran la dodecafonÃa? Por ello, quizá hubiera que hablar, más que de irracionalismo, de una tendencia liberadora, que intenta romper rigideces limitantes, canonismos castradores, estructuraciones copernicanas que encorsetan la creatividad. Y habrÃa que decir, al cabo, el nuevo arte tan sólo busca enriquecerse con innovaciones psÃquicas, con imágenes intuitivas, con misticismos inéditos y fantasÃas atrevidas.
PodrÃa decirse, pues, que el arte permanece, en nuestra libérrima época contemporánea, en fase inspirativa, en el dominio gozoso y plenamente autónomo de lo irracional. Apenas en la fase final de la producción artÃstica, y especialmente en ciertas disciplinas -arquitectura, literatura- resulta indispensable una fase racionalista, necesaria para consumar la plasmación de lo ideado. Pintura y escultura pueden quedarse, también gozosa y autónomamente, en los dominios plenamente emancipados del subconsciente.